Friday, September 01, 2006

España y el islam

El título parece tópico y manido pero nunca, hasta hoy, había sentido con tanta claridad su pertinencia. Un sencillo encabezamiento, sencillo y ordenado. Primero España y después el islam, para que no exista ni tan siquiera la posibilidad de darle la vuelta a la siguiente reflexión, que más que eso es, sobre todo, una llamada a la cordura.

En abril del año 96 tuve ocasión viajar a Arabia Saudí, junto con otros musulmanes españoles que nos disponíamos a hacer la peregrinación. Antes de ello decidimos ir a la embajada española en Riyadh. Yo había acudido allí, con el convencimiento de que íbamos a pisar por un momento tierra española y de que íbamos a compartir un buen rato con algunos compatriotas. Nada más lejos del sentimiento que tuve en aquel lugar, donde nos encontramos con un diplomático en funciones que, según él mismo nos confesó, estaba allí de manera provisional, como representante del primer gobierno conservador de Aznar. El partido Popular había ganado las elecciones un mes antes, en marzo, y era la primera vez que gobernaba la derecha en España en la etapa democrática.

Tras una serie de admoniciones paternalistas y el señalamiento de los peligros de todo tipo que nos aguardaban en aquel país, tuve la sensación de que estábamos con alguien que, para nada, era amigo de aquellos árabes, al menos de aquel pueblo. Yo siempre había oído hablar a mi padre, “de la tradicional amistad de España con los árabes”. Mi padre, que en paz descanse, que era agricultor y tenía ideas de extrema derecha, amaba a los árabes y sospechaba casi siempre del sionismo. Esa era, al menos, la ideología exterior oficial del franquismo, pero, tras aquel encuentro en Arabia Saudí, aquella idea desapareció de mi mente y fue sustituida por la de una derecha que, olvidando su historia reciente, ha querido saltar a la arena internacional en las aguas fáciles y turbulentas del neoimperialismo, con el anacrónico pretexto de “sacar a España de un rincón de la Historia”, como más tarde diría el mismo Aznar. También tuve la extraña sensación de que, para aquel diplomático en funciones, nosotros no éramos completamente españoles, nos faltaba algo o nos sobraba algo. Su mirada inquiría a una identidad imposible por desconocida. Salí de allí con una sensación extraña, con una cierta sequedad del alma.

Olvidé el episodio que, en sí mismo, no fue sino una anécdota del viaje. Ahora, diez años después, me acordé repentinamente de aquel momento y de aquel discurso, mientras trataba de hallar una explicación a la torpe y escandalosa conducta de Gustavo de Arístegui con respecto al islam y a los musulmanes, a la absurda e infantil acusación a Yusuf Fernández de señalarlo como objetivo terrorista por haber criticado en un artículo la islamofobia de su discurso, haciendo uso de su libertad de expresión como periodista y analista de temas sociopolíticos. Cualquiera con dos dedos de frente podría decir lo mismo.

Y yo digo lo mismo, no que el señor De Arístegui sea islamófobo, porque no conozco las entretelas de su corazón, sino que su discurso puede generar islamofobia fácilmente, porque se empeña compulsivamente en crear clases de musulmanes, musulmanes demócratas o moderados y musulmanes violentos o integristas. Porque se puede ser dogmático sin ser terrorista. Resulta terrible, peligroso e injusto afirmar que, aunque no todos los musulmanes somos fanáticos, sí lo son al menos un treinta por ciento, uno de cada tres. De ahí a la sospecha generalizada no queda margen alguno.

Aplicar de esta manera el manual es declararse nítidamente straussiano, considerar a los musulmanes como torpes borregos que han de ser conducidos al redil. Y al final, como todos estamos viendo, lo que se consigue es poner en el punto de mira a “todos” los musulmanes. Porque somos “todos” los musulmanes los que sufrimos esas definiciones, esas actitudes y, en nuestro estado democrático y constitucional, tenemos el derecho a manifestarlo y denunciarlo. Si realmente, como afirma este señor, respeta y comprende a los musulmanes en su conjunto, debería cesar ese discurso.

Además, según su misma argumentación, la diplomática alusión al antisemistimo del presidente del gobierno que De Arístegui deslizó contra Zapatero por colocarse el pañuelo palestino en una fiesta, podría ser también un señalamiento. Es decir, que si algo le ocurriese a nuestro presidente, el responsable sería él, por haber hecho estas alusiones. Con todo ello, al final a uno le queda la sensación de que De Arístegui considera legítima la denuncia del antisemitismo que hacen los judíos pero no la denuncia de la islamofobia que hacemos los musulmanes. Los judíos se pueden defender de aquello que consideran acusaciones malévolas y tendenciosas, los musulmanes no. También la sensación de que discursos de este tenor no buscan sino el escándalo y la notoriedad, una presencia mediática que, de otra manera, no se es capaz de conseguir.
La derecha española está, sin duda, en un momento muy duro y doloroso. Además de la regresión electoral, su apuesta doctrinal por la ideología globalizadora neocon está ahora a un paso de ser contradicha en Estados Unidos, en noviembre. El giro involutivo hacia el pensamiento duro y autoritario de la derecha de Aznar debería ahora corregirse cuanto antes porque, si no es así, a menos que consigan de nuevo remover el patio global con fuerza, lo tienen ahora mucho más difícil. Casi nadie quiere ya esa política ni ese pensamiento. Los pueblos están hartos de guerras y de miserias sin obtener nada a cambio. Hartos de ser acusados injustamente de las desgracias globales, hartos de miedo. Hartos, que no callados.

España y el islam, España y la derecha. En esa ecuación ¿Dónde está hoy, en España, el verdadero problema? El más grave de todos, casi con seguridad, por sus repercusiones estructurales a corto, medio y largo plazo, en la actitud de una derecha que no sabe, no quiere o no puede acceder a la España real, contemporánea, a la España que sufre, como todos, la globalización, a la España que necesita acompasarse a los nuevos aconteceres, a la multiculturalidad, a la realidad de la emigración, a la libertad ideológica y religiosa e, incluso, por lo que ahora expresa De Arístegui, a la mera libertad de expresión.

Haría esa rígida derecha un gran bien al país, a todos los pueblos y culturas que hoy formamos el estado y la sociedad española, ofreciéndonos un discurso más amable, razonable, inteligible, digno y sensato, mostrándonos un rostro mucho menos duro, autoritario e inhumano. Tal vez así, un poco más al margen de sus ideológicos mentores straussianos, el señor De Arístegui podría estar más cerca, algún día, de la cartera de Asuntos Exteriores.

Una vez tocada la España anacrónica de De Arístegui vayamos ahora al islam de Fernández, de Yusuf Fernández, alguien que, como todos sus compañeros sabemos bien, es un periodista, además de profesional, vocacional, un defensor constante de la libertad de expresión e información, director de webislam y empeñado en buscar siempre la objetividad y la limpieza en sus análisis geopolíticos. Enemigo declarado muchas veces del dogmatismo, de la violencia y de cualquier clase de imposición irracional. El señalamiento de Yusuf Fernández como chivo expiatorio de las frustraciones de esta derecha extrema no puede resultar más grotesco y, al mismo tiempo, más significativo de sus contradicciones.

Con este desafortunado episodio, De Arístegui muestra sin ningún pudor, una vez más, la mentira y la contradicción del discurso que anima a la derecha española contemporánea, a esa derecha que ha propugnado y suscrito hasta hoy mismo el choque inevitable de civilizaciones: Tratar de descalificar y amedrentar precisamente a alguien que, si se ha distinguido por algo en su labor periodística a lo largo de los años, lo ha sido por la defensa de los valores democráticos, por la difusión de un islam alejado completamente de sus aditamentos culturales, es decir, a alguien que representa mejor que muchos otros a ese islam civilizado y democrático al que De Arístegui dice respetar, comprender e incluso defender ¡vaya sofisma!. ¿Dónde están pues, entonces, para esta derecha, los musulmanes demócratas y moderados? Tendrá que buscar en el rebaño.

Hashim Cabrera
WebIslam

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